Amor y parejas
La infidelidad nunca es fácil de asimilar. Puede ser una crisis fatal o una oportunidad para crecer como pareja, todo de pende de cómo la manejes
La infidelidad es amarga. Sabe a traición, humillación y abandono. Por eso vivimos con el pavo de que nuestro amor se revuelque con alguien más. Pero, si nos garantizara que no nos van a cachar, que no vamos a terminar dando explicaciones absurdas, ¿no le entraríamos a tener una vida sexual más inquieta y rebelde? Con mucha frecuencia, la respuesta sincera es “sí”. Las estadísticas en los países occidentales indican que entre 60 y 80% de los hombres, y entre 40 y 45% de las mujeres reconocen haber sido infieles en algún momento de la vida. Si bien, 95% de las parejas siguen comprometiéndose con el acuerdo de ser fieles, la realidad es algo diferente: queremos serlo pero no siempre lo logramos, esperamos fidelidad de nuestra pareja, aunque no siempre la respetamos. Somos tolerantes con los affaires propios, pero explotamos con los de nuestras parejas.
Partamos de la base de que las infidelidades las cometemos personas comunes y corrientes: no todos los infieles son malas personas o son inmorales y no todas las infidelidades se dan por falta de amor. La infidelidad nace de una serie de factores como malestares, deseos y necesidades. Por eso, hablar de infidelidad es hablar de complejidad: no podemos reducir un evento con tantos matices a un asunto donde alguien es el malo, “el villano”, y el otro, el bueno, “la víctima”.
Como sea, la infidelidad nunca es fácil de asimilar, pero hay infidelidades que apuntan a la mejora y a la evolución. Sin duda, existen también otro tipo de infidelidades, las francamente tóxicas, esas que son recurrentes, descaradas y descuidadas, producto de la prepotencia y el abuso de uno de los integrantes de la pareja. Infidelidades que surgen por la incapacidad de tolerar y manejar las tensiones de una vida en común, que su único objetivo es una búsqueda del placer y que solo generan hostilidad.
¿Cómo le hago?
Supera el shock inicial
Reconoce el efecto traumático y confía que poco a poco va a pasar
Recupera la confianza
Aunque la situación es dolorosa, la relación puede rescatarse.
Experimenta el dolor
Puedes experimentar enojo, culpa, tristeza, miedo. La infidelidad puede ser un parteaguas para mejorar la pareja. Pero es inevitable vivir el dolor.
Revista tu relación
Decídete por una buena relación o por una buena terminación
Trabaja en tu madurez personal
A mayor seguridad personal, menor impacto de la infidelidad. Lucha por lo que quieres desde tu atractivo personal y no desde la persecución y la amenaza.
Busca ayuda profesional
Las infidelidades no se olvida, pero sí se pueden perdona. Para lograrlo hay que entender que el perdón no es un evento sino un proceso: toma tiempo y se logra poniendo cosas nuevas y positivas a la relación.
Tere Diaz